De la información a la transformación

¿Por qué no hago lo que sé que debo de hacer para lograr eso que quiero? 

Esta debe ser una de las preguntas más interesantes que existen. Cada día confirmo que al menos un 80% de las cosas que benefician nuestro Bienestar, ya sabemos cuales son. Ahora bien, de ese conocimiento a poner esas cosas en práctica y que realmente sean una realidad en nuestra vida y en nuestra agenda; esa es otra historia.

De acuerdo a mi experiencia personal, estas son las cosas que no me han permitido pasar de tener la información, a poder traducirla en acciones concretas en mi vida:

  • Las expectativas. El dejarme envolver en este mundo de la gratificación instantánea hace que nuestro foco principal siempre esté en el resultado, en eso que voy a obtener. Esto hace que pierda la conexión con la importancia de recorrer el camino; que es dónde está el aprendizaje.Y cuando veo que pasa el tiempo y no alcanzo ese resultado, empiezo a cambiar de rumbo y termino donde empecé o más atrás; y sin ningún tipo de moméntum para volver a iniciar.

  • Las comparaciones. Sobre todo con esas vidas “perfectas” de las redes sociales. La realidad es que no conozco lo que hay detrás; no tengo la historia completa de lo que le ha costado a esa persona llegar hasta ahí y los sacrificios que ha tenido que hacer durante años para alcanzar ese “overnight success”.

  • Los miedos. A no ser suficientemente bueno. Al rechazo. A no sentirme cómodo. Y a muchísimas historias que me hago de las razones por las que no puedo perseguir eso que tanto quiero. Sin reconocer que por defecto, esa es la forma en que funciona el cerebro: trata de “protegerte” de todo lo desconocido; pero sin diferenciar que en muchas ocasiones, lo desconocido puede ser una bendición en tu vida.

  • El perfeccionismo. ¿Cuántas veces he esperado a que esté todo perfecto para dar ese primer paso? (en mi caso, ya he perdido la cuenta). Y lo que eso me ha costado, es incalculable. “El perfeccionismo no es una búsqueda de lo mejor. Es perseguir lo peor de nosotros, la parte que dice que nada de lo que hagamos será nunca lo bastante bueno” - Julia Cameron.

Y claro, no quiero dejarte solo con las malas noticias. También quiero compartirte algunos de los antídotos que he ido poniendo en práctica para trabajar en cada uno de estos “virus”:

  • Mentalidad. Para todo hábito que quiera empezar a construir u objetivo que quiera alcanzar, el primer paso es crearme una mentalidad adecuada. Escribir y enviar un mensaje directo al cerebro de que soy capaz de hacerlo y que cuento con lo que se requiere. Contestar las preguntas de por qué y para qué quiero eso, es parte esencial de crear esa mentalidad.

  • Darme el tiempo suficiente. Todo lo que realmente va a transformar mi vida de manera positiva, conlleva un proceso que hay que agotar.  Por lo general, ese proceso no es cosa de unas semanas. Aprender a enamorarme de los procesos me ha costado, pero a la vez me ha brindado los mejores resultados.

  • Celebrar los logros. No importa lo pequeños que sean y tampoco importa lo grande de la celebración. Desde apretar el puño con un “siii” hasta salir con tu pareja a una comida especial; todo se vale. No subestimes este punto, pues hace la diferencia. En mi caso, cuando una persona se suscribe al blog o escucha un episodio de mi podcast, me doy un aplauso y de una vez hay una sonrisa en mi rostro. Algo simple, pero muy valioso para mi.

  • Progreso Mínimo Viable. Empezar pequeño. Que al principio sea tan fácil de hacer, que lo difícil sea no hacerlo. Comprometerme con unos minutos al día y ser consistente. El valor acumulado de esa consistencia es lo que permite que pase de tener información a transformar mi vida.

  • Comunidad. Que moverme hacia ese objetivo no dependa solo de mi. Involucrar personas (puede ser una) con las que conecte, que me apoyen durante el proceso. Ya sea porque tienen la experiencia o porque tienen objetivos similares a los míos.

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