Evadir la instrospección

Muchos hablan hoy día del problema que representa estar pegados al celular observando vidas ajenas, pero el tema va un poco más allá del resultado de la comparación y de la distracción en sí. He ido notando que uno de los impactos más profundos de nuestra adicción a los dispositivos y al entretenimiento, está en la evasión de la introspección, en volarnos los momentos de reflexión de la vida propia. Dedicamos mucho tiempo a mirar hacia afuera, y prácticamente cero a observar cada cosa que nos sucede, interpretarla y sacar las conclusiones que nos ayudarán a crecer.

Nosotros los que aún estamos en relativa juventud, que pudimos vivir el antes y el después de la tecnología, sabemos que, cuando no la teníamos, mucho era el tiempo que pasábamos pensando, escribiendo, hablando cara a cara con otros, comunicando nuestras situaciones y escuchando las de los demás. Llevábamos diarios, confiábamos secretos al oído. Y así, nuestras frustraciones, al salir de nosotros por lápiz o boca, nos forzaban a observarlas. Incluso al estarlas pensando, en nuestra cabeza las veíamos como si hablásemos con alguien. Y es en esa reflexión que encontrábamos una que otra lección, una que otra banderita roja de esas que nos avisan que no es por ahí, y conectábamos con nuestra voz interior, aún sin saberlo.

Esta intuición hoy día nos extraña bastante, pues ante cualquier evento que requiera ser ventilado y procesado, acudimos a entretenernos. A veces con la excusa de estar aprendiendo, vemos un video, tomamos un curso, etc. Miramos para todos lados, menos hacia adentro, donde tenemos la capacidad de encontrar realmente la llave que nos muestra cómo ese asunto nos ayuda, qué nos viene a mostrar, qué debemos aprender, qué debe cambiar. Y así, se nos repite infinitamente la misma cosa en distintos escenarios e intensidades, hasta que capta nuestra atención, quizás ya no de la mejor manera. Incluso a veces pasamos años en este círculo, y no es hasta que alguien nos lo trae a colación que paramos y decimos “¡wao, no lo había visto de esa manera!”

Actualmente me resulta bastante efectivo hacer journaling para procesar mis días y reflexionar sobre cómo va mi vida, así como conversar con familia y amigos con presencia plena. Esto no quiere decir que no me distraigo, que no leo, ni veo Netflix ni entro a redes; pero sí que algo pasa cuando saco ese espacio para escribir lo que me está robando paz, lo que me está funcionando y lo que no, las cosas por las que estoy agradecido. Cada cierto tiempo leo lo que he escrito y me doy cuenta de cómo he avanzado y dónde continúo estancado. Esto también puede hacerse mediante meditación, acudiendo a un coach o un terapeuta, haciendo alguna forma de arte; cualquier actividad que nos haga hacer un alto de mensajes entrantes por mil vías, y nos ayude a escuchar nuestra propia mente y sentir dónde está nuestro corazón. Poco a poco, iremos conociéndonos mejor, y tomando decisiones más alineadas a ese ser que desea vivir en paz, construyendo su bienestar.

Si encontraste valor en este artículo, compártelo con alguien a quien pueda servirle y escríbeme a tirso@holistico.do para que me dejes saber tu opinión. ¡Un abrazo!

Anterior
Anterior

¿Para qué estar saludable?

Siguiente
Siguiente

Está bien no encajar