Gratitud como práctica espiritual

Un viaje sin rumbo por las montañas entre Jarabacoa y Constanza, un grupo de amigos, cero expectativas. En condiciones naturales y desde mi forma de ser habitual, esto dispararía mis ansiedades y necesidad de control; pero esta vez decidí dejarme llevar, fluir, y el resultado fue asombroso.

Por un lado, no contar con un objetivo particular más que ver dónde nos llevaba el camino, llevó mi atención a mi alrededor, y pude comprobar que los efectos de ponerse en contacto con la naturaleza a veces son hasta inexplicables. El aire y la paz que se respira en el campo son un tesoro para aquellos que vivimos en la ciudad, con el ruido y el humo del caos vehicular. En la naturaleza, nuestros sentidos se enfocan en disfrutar de ese silencio que nos hace conscientes de nuestra existencia y nos pone en contacto con nuestro verdadero ser. Esta es una de las mejores terapias que conozco para calmar nuestra mente agitada por todos los roles que nos toca desempeñar diariamente.

Por otro lado, no estar pendientes de nuestros celulares y redes nos llevó a explorar una comunidad totalmente apartada, donde vimos personas de todas las edades, viviendo en condiciones de escasez en todos los sentidos, y aún así mostrándonos su mejor sonrisa y ofreciéndonos café; a unos completos desconocidos que simplemente estaban de paso. Reflexioné sobre cómo damos por sentado muchas de las cosas de las que disfrutamos: techo, agua, luz, alimento, transporte, entre otras cosas básicas; y como mencionó un compañero de viaje: “también nuestra salud y que contamos con todas nuestras facultades como seres humanos, extremidades, sentidos, estabilidad mental, etc.”

Te traigo esta experiencia como invitación a descartar cualquier idea que puedas tener de qué cultivar tu lado espiritual es una tarea tediosa que requiere horas de meditación, cánticos, diezmos, o cualquier cosa que te represente un sacrificio personal. El solo hecho de estar presente te llevará al punto de partida más liberador y con más poder de cambiar tu actitud para encarar los altibajos de la vida: la gratitud. Con esto no quiero decir que sea experto; trabajo a diario para sentarme conmigo aunque sea unos minutos y agradecer todo lo que ocurre y deja de ocurrir, lo que tengo o no tengo. Los días en que lo hago, la influencia positiva en mi estado de ánimo y en cómo valoro las cosas simples, son un valor agregado a mi día.

Ya sea con un diario de agradecimiento, en oración o en meditación, o simplemente mientras realizas cualquiera de las actividades que haces de manera rutinaria; experimenta cambiando cualquier resistencia a lo que está sucediendo, por un agradecimiento sin juicios, y una apertura a aprender la lección detrás del hecho. ¡Me encantaría escuchar tu experiencia cuando lo hagas! Escríbeme a tirso@holistico.do y cuéntame qué experimentas al agradecer.

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