Perfeccionismo: te suma y te resta

Para mí, un perfeccionista es una persona cuyo comportamiento tiende a enfocarse mucho más en la forma que en el fondo; en lo que se puede apreciar desde fuera más que en el aprendizaje interno de crear algo. Actuar desde el perfeccionismo me ha abierto muchas puertas, pero actuar sin ser consciente de esta conducta, también me ha cerrado algunas.

Desde que tuve edad suficiente para comprender qué tipo de pensamientos promueven una conducta perfeccionista, me di cuenta de que pertenecía a ese grupo. Y, la verdad, me llevó un tiempo más poder identificar si era un comportamiento que me sumaba o me restaba.

El hacerme consciente de que tengo una tendencia natural hacia el perfeccionismo representa una ventaja, y es que desde el autoconocimiento puedo utilizarlo más a mi favor y mucho menos en mi contra. Me explico: Ser perfeccionista me ha permitido establecer altos estándares para lo que he decidido crear e involucrarme. Esto es bueno, pues ha generado que me comprometa con la excelencia en lo que hago, y con obtener buenos resultados.

¿Cuándo debo tener cuidado? Cuando asocio esa excelencia con perfección absoluta, con todo o nada, con esperar a que todo esté alineado a mi favor. Debo cuidarme de establecer estándares que no me permitan accionar, avanzar en las iteraciones necesarias de todo proyecto, y que no tolere los errores e incluso el fracaso de eso que quiero lograr; pues como sabemos, hay veces que un “fracaso” es lo mejor que te puede pasar. En ese caso, lo que estoy es diseñando una jaula de oro para mí que sin duda me llevará a una frustración primero conmigo, y luego con eso a lo que dediqué mi tiempo y esfuerzo. Y te confieso, aún trabajo en esto, pues a lo largo de mi vida he creado varias de esas jaulas para mí mismo.

El clásico ejemplo de empezar a construir esta jaula, es cuando decido tener el plan perfecto para dar el primer paso hacia algo que quiero o un objetivo que me he trazado; cuando busco tener todas las certificaciones para salir a buscar el primer cliente o el empleo que quiero; cuando espero comprar ese “gadget” para empezar a hacer ejercicio; cuando tener la cocina perfecta es un requisito para comer saludable; cuando encontrar esa pareja o ese amigo que me entiende a la perfección se convierte en mi reto personal; y por ahí sigue una larga lista de lo que el final he podido ver muy claro: no son más que miedos e inseguridades.

Es importante que los que tendemos a tener un comportamiento perfeccionista aprendamos a administrarlo. De esta manera podemos lograr que las veces en que nos suma puedan ser muchas más que las veces en que nos resta. Animémonos a dar el paso aún cuando las condiciones no sean las que queremos. En mi caso, reconozco que aunque no se me hace fácil, luego no me arrepiento. Te dejo con esta frase que desde que la escuché trato de aplicarla en todo lo que hago:

“Hacerlo bien ahora es mucho mejor que hacerlo perfecto después”.

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